acirion: "Arquitectura y Humanidades
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Los Tianguis de la Ciudad de México
por: Arq. Alvaro Cirión Arana
Je suis l'espace où je suis.
[Yo soy el espacio donde estoy]
Pierre Albert-Birot
En medio del enjambre citadino, del cúmulo de edificios, comercios, oficinas y viviendas hay una puerta en cuyo umbral pueden escucharse los murmullos ensordecedores del viejo Tlatelolco. La puerta está entreabierta, deja filtrarse el aire de otro mundo, es la viva imagen de 'la vacilación, de la tentación, del deseo, de la seguridad, de la libre acogida, del respeto' . Enfrascado en el caos vial bajo de mi auto, camino paso a paso hacia la puerta atraído por su umbral hecho de ruido, de colores, aromas y texturas que contrastan con el perfil rectilíneo de su marco. Abro la puerta y entro: es el rincón de los olvidados; sus muros, espontáneos, están hechos de tradición, de aroma y color. Su techo son mantas impermeables de múltiples matices; el aire huele a hambre, a injusticia, pero también a trabajo, a rito, a unión. Su tapiz es la textura de los innumerables delantales, de las bolsas de plástico, de las cuerdas, de los palos y los letreros, de las mercancías que ahí se venden… de la gente.
En realidad no importa dónde se ubique esta clase de espacios, siempre creerás que los odias cuando desquicia la ciudad la gente que se acumula en torno a ellos.
- Enviado mediante la barra Google"
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Los Tianguis de la Ciudad de México
por: Arq. Alvaro Cirión Arana
Je suis l'espace où je suis.
[Yo soy el espacio donde estoy]
Pierre Albert-Birot
En medio del enjambre citadino, del cúmulo de edificios, comercios, oficinas y viviendas hay una puerta en cuyo umbral pueden escucharse los murmullos ensordecedores del viejo Tlatelolco. La puerta está entreabierta, deja filtrarse el aire de otro mundo, es la viva imagen de 'la vacilación, de la tentación, del deseo, de la seguridad, de la libre acogida, del respeto' . Enfrascado en el caos vial bajo de mi auto, camino paso a paso hacia la puerta atraído por su umbral hecho de ruido, de colores, aromas y texturas que contrastan con el perfil rectilíneo de su marco. Abro la puerta y entro: es el rincón de los olvidados; sus muros, espontáneos, están hechos de tradición, de aroma y color. Su techo son mantas impermeables de múltiples matices; el aire huele a hambre, a injusticia, pero también a trabajo, a rito, a unión. Su tapiz es la textura de los innumerables delantales, de las bolsas de plástico, de las cuerdas, de los palos y los letreros, de las mercancías que ahí se venden… de la gente.
En realidad no importa dónde se ubique esta clase de espacios, siempre creerás que los odias cuando desquicia la ciudad la gente que se acumula en torno a ellos.
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